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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



21.2.15

348. Miserias de Notre-Dame



(Antes de que con la avidez intelectual con la que habitualmente acogen las entradas de este exuberante y apasionado blog, he de advertirles, amables lectores, que esta entrada de hoy es la más aburrida de todas, por lo que no deberían malgastar ni un minuto de su valioso tiempo en su tediosa y abstrusa lectura. Queden en conocimiento y con Dios).


          En un principio sólo era la Duda, la Duda infinita en forma de Dios. Su poder, dudoso, era sólo sobre Sí Mismo, y no había duda que no lo hiciera devenir aún más en el dudoso conocimiento a que le avocaban todas y cada una de las preguntas sin respuestas que lo rodeaban. La Duda Divina y definitiva, eterna y completa conformaba, pues, un comienzo, un principio ontológico digno de tener una denominación original y primigenia, digamos que la deificación de la duda o la dudosa divinidad tendría que constituirse en algo, si no tangible, sí al menos con un rasgo de solidez, de esencia mensurable, y a esa metáfora primera, mitad duda indecisa, mitad mito divino o Dios mitificado, quiso la inercia entrópica llamarlo Verbo.
          En efecto, el Verbo quedó constituido en un metaprincipio que algunos pirotécnicos de imaginación inope motejaron big-bang. El suceso imaginado o real reporta una consecuencia histórica: el Verbo nos estalló en las manos en una tarde de ocasos enfrentados entre soles negros y lunas de un verde lorquiano de los que nunca nos pudimos desprender.
        Para enredar mucho más el devenir del festín eterno, alguien de dudosa divinidad, o de una divina indecisión, convirtió el Verbo en Carne. Nunca nadie sabrá qué arcano cósmico tuvo que subvertirse para que esto fuera así, qué nube de galaxias, de titánicas constelaciones, tuvo que licuarse para que semejante conversión tuviera lugar. Convertir el Verbo en Carne (?). ¿Por qué no en lirio? De la Duda, entonces, pasamos al Verbo, y de Éste, a la Carne. En esta lentísima progresión (¿regresión?) las metafísicas se debaten/se rebaten, se roban unas a otras el catalejo, el telescopio o, sensu contrario, la lupa y el microscopio, para ver el futuro que nos depara esta existencia, demasiado circular, demasiado esférica, demasiado elíptica como para no pensar en otra cosa que no sea el encaminamiento hacia la Duda primigenia que nos vio nacer.
          Pero quizás, entre la Carne y la Duda, a la que no vemos nuevamente avocados, tengamos que pasar por una fase intermedia, no necesariamente gramatical (¿de nuevo el Verbo?), quizás numérica, quizás espiritual, o simbólica. Tal vez tengamos que atravesar un desierto de números primos, o un infinito bosque de delirio, o un dilatado magma totémico, quién sabe.
          Lo que sí es seguro en el devenir consciente, es que la Nada se enseñorea de Todo y del Todo. La Duda que nos disolvió, y la Nada Divina que se disolvió a Sí Misma, es la misma Nada. La Duda, cualquier Duda, y la Nada, en parte o en su totalidad, es la misma Nada. Fuera de conceptos literarios, la Nada que nos aborrece, la Duda que idolatramos, la Nada de nuestra veneración y la Duda que nos tortura forman los cuatro puntos cardinales de esta existencia que denominamos Vida y que es sólo y exclusivamente un proceso continuado de Muerte.

10.2.15

347. Nuevo catálogo de enfermedades taurinas


          A ver, Andrés Luis, forme una frase con las siguientes palabras: polipasto, bajel, visectriz, prosopopeya, laicismo y bicicleta.

Tus pasos en la niebla
Tu pupila dilatada
Tu leve majestad en la postura
Tu savia nueva en mi mirada

          ¡Bravo, Andrés Luis! Ahora usted, Flavio Antonio. Componga una frase en la que aparezcan dos perifrásticas pasivas del verbo diseccionar y un anacoluto tri-membre.

La espina de Dios apoyada en el horizonte
como la espícula que emerge de un mar agonizado.
Escuadras febriles y voraces de voraces y febriles acorazados
en la retina de Dios se desbordan , se desguazan, se disuelven.

          Notable, Flavio Antonio, muy notable. Es su turno Jorge Néstor. Su frase ha de concatenar un pleonasmo sincrético, una anáfora constructiva y una sinécdoque inversa. Adelante.

El Olimpo reverbera entre las áureas magnolias
Zeus brama de poder incontestado
y las ninfas del bosque se esconden en sotobosques y collados,
el Tártaro se ha abierto 
y los Titanes vociferan venganza.

          Brillante, como siempre, Jorge Néstor, siga así. Sigamos el orden y comprobemos la evolución de Julián Juan. Al estrado, por favor. Veamos como inserta los tres estilos de las escuelas de clerecía valona, flamenca y provenzal en un solo verso de hemistiquios lábiles. Cuando quiera.

El verano, en su álgido ardor,
crepita como el cascabel de la sierpes enajenada de tiempo.
el sol lo llevo dentro de mi pecho herrumbroso,
el sol negro de púrpuras acumulados,
el sol que segrega los secretos de este y de todos los veranos.

          Gran aportación la suya, Julián Juan, siempre es un placer escucharle. Puede sentarse. Son las 11.30 y ya va a sonar el gong del monasterio, la congregación se sherpas eméritos está a punto de llegar para su asamblea trimestral. No olviden abrigarse y ponerse los gorritos de colores. Afuera la vieja Puthrani les dará un tazón de chiura. Y recuerden: no hay que maltratar a los yaks. Hasta mañana, entonces.

          Adiós, dicen al unísono Andrés Luis, Flavio Antonio, Jorge Néstor y Julián Juan.

1.2.15

346. La inminente desaparición de las tenencias de alcaldía


          La compulsión de la lectura, que no conduce a frecuentes accesos directos a la felicidad, como con bondad engañosa preconizaba Borges, me lleva, por el contrario, por el camino contrario (permítaseme esta anáfora tan graciosa), me lleva, decía, hacia lúgubres y añejos parajes, no por mil veces horadados con pasos indecisos, menos proveedores de amenazas numerosas. La lectura itinerante, en tardes sofocantes de verano o soleadas mañanas de otoño, en noches húmedas y tibias, en amaneceres insomnes; la lectura sempiterna, la vida en volúmenes seriados, mis horas dispuestas en anaqueles sucesivos como bloques de tiempo ya agotados, como minutos congelados de las horas ya vividas, ya gastadas, ya leídas...
          La idea que quiero dejar para la consideración de los aquí presentes es que la lectura o es compulsiva o no es. Por cada libro que leemos, dejamos de leer infinito menos uno (∞ - 1), lo que automáticamente genera un desasosiego directamente proporcional a la magnitud expresada. A este desasosiego, que llamaremos D, hay que sumar otro desasosiego, que llamaremos D', que no define una cantidad numérica, sino una cualidad significativa, una excelencia o estatus de calidad, es decir, si leemos la biografía de Chesterton, por ejemplo, pero no estamos leyendo la biografía del Cura Merino, también por ejemplo, el montante o cuantum de desasosiego cualitativo, por leer una obra u otra, es decir, lo que hemos denominado D', será mayor o menor según unas hipotéticas tablas que definen esa calidad, para lo cual esas tablas tendrían que existir, cosa que no ocurre, con lo que queda sin expresión matemática la certidumbre cualitativa de las obras literarias, pero no así la incertidumbre de dicha expresión matemática, que definiremos por su antítesis: menos X (-X). Es por ello que con la concatenación de conceptos antedicha nos acercamos, por no decir nos metemos de lleno y de manera convulsa, en los terrenos del caos. La lectura, por tanto, que al principio del párrafo calificábamos de compulsiva, lo es ciertamente en cuanto emana de un sustrato cuantitativa y cualitativamente caótico. Nos atreveríamos (me atrevería) a ecuacionar estas premisas matemáticas de la siguiente forma:

                                                    ℇ = (∞ - 1) · (D + D') · (-X)² · log ϕ

          Donde ℇ es la representación matemática del placer subjetivo de la lectura y ϕ es el factor de corrección caótico que podemos entrever como número natural indebido entre 0 y 1, dependiente de los múltiples factores exógenos que influyen en la actividad de la lectura, en cuanto a una serie de campos muy variables, que irían desde la tendencia del lector a seguir las listas de los libros más vendidos, la ausencia o presencia en el mismo lector de alteraciones en la percepción de las palabras o alguna alteración en el dominio del lenguaje, como serían la afasia, la dislexia o la anagasia, sus gustos en cuanto a géneros literarios (épica, balística, pedofilia, propedéutica, simbolismo, lírica juglar, teosofía, novela llana, ensayo críptico, tauromaquia, etc.), etc. (El segundo etc. se refiere a la serie de campos variables que influyen en la actividad de la lectura; el primer etc. hacía referencia a la serie de géneros enumerados entre paréntesis, no estos últimos paréntesis, sino los anteriores a estos).
          Era, por tanto comprensible, y ahora lo es demostrable, que la lectura per se es una actividad compulsiva, generadora de caos emocional, de neurosis obsesivas y de alteraciones somatiformes diversas, que no es éste el sitio ni el momento de enumerar, a más de ser bien reconocidas y reconocibles por todos ustedes, que me están escuchando en este acogedor salón de conferencias del Excelentísimo Ateneo, a cuya Junta Directiva en general y a su presidente, Don José María, en particular debo agradecer la deferencia que han tenido conmigo invitándome a este acto. Pero antes de despedirme quisiera expresar lo siguiente:

NOCHE NEGRA,
NOCHE DE GOMA QUEMADA,
LA NUBE QUE LA SUME Y LA NIEGA
EN UNA NIEBLA PEOR,
CLAMOR DE LO OSCURO,
EL ÁCIDO QUE ARAÑA EL METAL DEL RAYO QUE NO LLEGA,
ATISBO DE LA TORMENTA
INACABABLE FULGOR.

          Buenas noches y gracias por asistir.