La España contemporánea es un vómito negro, espeso, alquitranado de grumos aún más espesos y bituminosos, un vómito de hedores avinagrados, hilachado con vetas sanguinolentas, humoso de vapores mefíticos, un vómito emponzoñado, larviento, con restos de digestiones antiguas e inconclusas, de una acidez voraginosa, un vómito de vocación fecaloidea, de peste terminal, un vómito de muerte. Esta mi patria devenida en fango pantanoso y sulfúrico va adquiriendo el aspecto rojizo del averno, llena de personajes endemoniados, de andantes babosos, de mujeres enlodadas, de niños enfermizos, de muchachas selváticas y abruptas, de viejos coléricos, de enfermos terminales por todos lados, que van regando de palabras y mensajes purulentos los ámbitos más insospechados. Este repulsivo país ennegrece más a cada instante, a cada artículo de prensa, a cada opinión de odio infinito, a cada palabra pronunciada en los centros del vicio diario, a cada ensamblaje de ideas perdidas en tertulias desgarrantes, a cada edicto, a cada intención de sintaxis financiera, a cada encuesta de activación mediática, a cada salmo pronunciado desde púlpitos blasfemos. Esta tierra antigua y tan abyecta como estulta se va resquebrajando y dejando ver a su través la nada constante de su sacra historia de incultura y sangre, la hez interior de un cuerpo agusanado y triste, repelente de sí mismo, un ente abjurante de sus hijos y de sus padres, una tierra digna de un cataclismo lento e inexorable.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
28.2.12
26.2.12
245. La daga, el espejo y la moneda
En este sistema formal en el que vivo, lleno de teoremas de difícil comprensión, observo aturdido circunstancias proclives por doquier. Pareciera que el concepto de proclividad alimentara todos los conjuntos, subconjuntos, unidades y subunidades de este ente indiviso en que me muevo. Dicho de otra manera: todo tiende, nada llega a su meta. Debiera estar arraigado en la conciencia el concepto de imposibilidad, tal y como el concepto de las líneas paralelas logra que veamos la inanidad de seguir extendiendo la longitud por ambos lados de las dos rectas. Pero hete aquí que nada se demostró en este último ejercicio geométrico. Se supuso, pero no quedó demostrado. Lautaro Merni, a principios del siglo XIX, presumió la tendencia en el tiempo y en el espacio de la unión metafísica de las paralelas. Era, demostrada matemáticamente, una proclividad más. Acabarían uniéndose en un mundo diferente, en un plano no euclidiano. Tan llamativo descubrimiento no supuso (nadie conoce los postulados de Merni) ni avance ni retroceso, fue tan solo un ejercicio de distracción numérica y enjuague filosófico sobre conceptos de practicidad casi nula en un mundo donde el pragmatismo se hacía con la hegemonía del pensamiento occidental. Es por esto que, habiendo asimilado los principios del amigo Lautaro, habiendo conversado con la naturaleza de las cosas y con los medios que las rodean, después de haber pormenorizado con lo tangible y lo intangible de creencias y adhesiones, he llegado a unas conclusiones en cuanto a la proclividad que jamás voy a contárselas a ustedes ni a compartir con nadie. Hasta ahí podía llegar la broma.
11.2.12
244. El espíritu marcial de Romanones
La farmacéutica Adele M. vive esperanzada en que San Luis Gonzaga aparezca algún día frente a su tiendecita y con una alcuza, una biela oxidada y un bote de Kanfor® realice, ejecute o simplemente implemente su famoso milagro consistente en convertir a todos los de Utrera en Estepeños, uno de los milagros estrella del año 1589, que alcanzó el prestigioso premio Best Miracle Award en dura pugna y hundiendo al final en el lodo a los otros dos finalistas: Santo Tomé Blanditto, con su no menos sorprendente curación de una escrófula a la foca del Obispo Mendieta; y Santa Guvia de Entrambasmestas con su milagrito famoso de las cabras, sí, hombre, cuando hizo que 111 cabras, propiedad de la Mesta Cantabrona adquirieran voz para aburrir con denuestos, dicterios, insultos y baldones muy soeces a los pastores de la Mesta Galaico-Leonesa, los llamados Boñigánigos o Zampamerdas. Pero Adele M., la farmacéutica esperanzada, haría mejor en soterrar las esperanzas de ser espectadora de fantasías sanluisgonzaguianas y hacerse ellas misma sus propios milagros. Ella, todos lo sabemos, es muy capaz de alterar los mapas, de consustanciar ciertos tempos, de alterar y acrisolar distancias y climas, de esconder virtuosidades y hacer que ciertas realidades se hagan virtuales. También sabe hacer las mejores conservas, pero sólo para ella. Que nadie piense que todas las boticarias son milagreras, ni mucho menos, yo sólo conozco a la Licenciada M. La mayoría de farmacéuticas no me parecen personas de bien, tienen hermanos asesinos o padres catalanes librepensadores y levantiscos. Mientras esto escribo, disfrazado de Guardia de Corps, llaman por teléfono del dispensario, alguien ha sufrido un colapso nervioso a consecuencia de una disputa entre bandas de costaleros rifeños. Voy para allá. Espero que Martina N. interprete con benevolencia mi ausencia.
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