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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



6.8.17

408. Obra social


          La vida de Celeste Sukura, mujer con doble nacionalidad, anglo-china, fue corta: murió en 1971 a los diecinueve años. La mató con una biela oxidada una compañera de instituto, de nombre Katiana Trulop, joven germano-soviética de veinte años. El motivo, si es que hay motivo alguno para matar a alguien de semejante manera, fue el siguiente: Katiana poseía un doblón de oro de la época de Carlos V y era fea como un demonio marino; Celeste no tenía doblones y era bella como un nenúfar iluminado por el arco iris de Venus. El joven ingeniero Morton Ben-Ajeb, a la sazón joven otomano de padre irlandés, entablo relaciones con la fea del doblón en primera instancia durante una cacería de renos en Laponia del Norte. Katiana, de por sí mujer fogosa y pronta a liberar su ropa interior de turgencias innecesarias, demostró al joven otomano los manejos de la carne que la carencia de belleza puede incrementar hasta límites extáticos. Habilidades insospechadas en damisela tan niña hicieron al ingeniero dudar de hasta los más básicos conceptos en cuanto a la elasticidad, resistencia, solidez y estructura de materiales. Prácticamente se hacía chicle en la cama de Katiana, y Katiana lo mascaba y hacía globitos con el joven ingeniero hasta la consunción de la noche y hasta la consunción física del mismísimo ingeniero.

Celeste, no obstante,
tocaba la vihuela antigua
y bebía
tisanas de malvasía
todos los días
que podía,
y reía
con su primito Matías
cuando éste
la acompaña
soplando la chirimía,
salmodiosas melodías,
que Celeste recordaba
de cuando era una cría
allá en la hermosa alquería
que pertenecía
a su tía
la Marquesa de Mencía,
aquella dama sin tacha
que cuando a Madrid
acudía,
se montaba en un tranvía
que la dejaba en su casa
muy cerca de la Gran Vía.
Pues bien,
cuando Morton se cansó
de las tantas contorsiones
y tuvo que someterse
a varias dolorosas curas
de bubas y purgaciones,
concedió el hombre en pensar
que tal vez la medio rusa
con sus constantes pasiones
le podría conducir
a un mundo de perdiciones,
de miserias y de ruina,
de infernales abyecciones,
poniendo en peligró en fin
su vida, carrera y
sus merecidos dones.
Y así, Morton
sale huyendo
despavorido
a lomos de su caballo
al que a efectos de la rima
le puso el nombre de "Rayo",
dado su ímpetu y bravura,
y así dio a parar en tierras
cercanas a la llanura
donde Celeste moraba
en torre de piedra dura
del castillo de su papa,
el gran chino Jianzí,
de la familia Sakura.
Cuando llegó el caballero
a tan egregio palacio,
Celeste quedo prendada
y Morton se quedó lacio
al ver la tanta belleza
que adornaba el cenotafio
desde el que Celeste posa
sus hermosos pies "descalcios".
Bueno, para ir abreviando:
Morton hace que Celeste
vaya a la vihuela dando
y hacia el carajo mandando,
que es instrumento aburrido,
y mejor cante fandangos,
que es un cante de la tierra
en la que el joven
quiere fundar
una dinastía nueva,
si Señor, sí, Señoría,
en tierras de Andalucía,
lejos de la medio rusa
que tanta penuria negra
a su recuerdo traía.
Pero la joven Celeste
terminar bachillerato
tenía como objetivo
y entregar su celibato
después
al ingeniero irlandés,
y no una, dos ni tres,
las veces que necesario fuese,
las que hubiere menester,
si hubieran de ser cien,
pues cien.
Así que se despidió del chino
y de Morton Ben-Ajeb
y marchó pal instituto
donde la espera Katiana
con la biela camuflada
en el centro de su busto,
y nada más vislumbrarla,
desembusta la herramienta,
y de bielazo certero
da con Celeste en el suelo
y la deja ensangrentada,
lista, muerta,
pero bien enamorada.
No le sentó nada bien
a la hija de la estepa
que Morton se le escapara,
que con Celeste se fuera,
que a Celeste enamorara,
que la dejara en su casa
y con las bragas tiradas
en el hogar chimenero.
De venganza se llenó
la del doblón, y mató
a la docta en la vihuela.
El padre chino lloró,
el ingeniero sucumbe
y hasta la biela oxidada
de sangre mancha su herrumbre.


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