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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



13.8.17

409. Samantha y Brigitte


          Las ideas que durante el resto del día aparecen en mi cabeza y que considero dignas de ser desarrolladas en este blog son expulsadas con rapidez porque chocan frontalmente con el espíritu que alienta desde el principio estas páginas, que no es otro que la expresión del automatismo y de la inmediatez de pensamiento en su más libre epifanía, la pura idea plasmada a la velocidad de un resorte estimulado por la más insospechada y fugaz unión sináptica de dos células de mi cerebro (o de las dos células de mi cerebro), velocidad idearia sin tamiz, azar estampado sobre el lienzo maternal que lo acoge todo. Lo demás, todo lo que en el resto del día que no estoy escribiendo estas líneas acude a mi mente no sirve a este propósito, solo servirá aquéllo que acuda en el momento exacto de coger la pluma o disponerme a pulsar la primera tecla.
          Quiero expresar entonces (o reiterar) que: 
          De las cien mil imágenes, ideaciones, pensamientos que desarrollo/desarrollamos más o menos en un día, yo escojo obligadamente la imagen, la idea o el pensamiento que primero nace en mi mente una vez me pongo a escribir, no la que surgió hace un día, una hora o segundos antes. No podría hacer otra cosa si he de atenerme al precepto fundacional de este blog. Esta disciplina me causa, a veces, un gran dolor, provocado por el hecho de tener que deshacerme de ciertas imágenes o pre-conceptos con grandes posibilidades literarias o filosóficas (posibilidades en el fondo irreales, que sólo tienen su existencia en el campo personal, la vanidad se aburre por inoperancia en mi vida); aparto, pues, ideas con muchas hipotéticas y fascinantes proyecciones, necesitadas de un ulterior desarrollo que no tendrán jamás, viéndome, por tanto abocado a luchar con el ingente trabajo que supone elaborar algo que quede estructurado o desestructurado o deconstruido y que nace  a raíz generalmente de una efímera estupidez. Aunque, por exponerlo con un ejemplo, en la noche de ayer se me hubiera ocurrido una original y deslumbrante analogía entre los sonetos impares de Shakespeare y el paradigma ecuacional de Rümboldt, motivo intelectual más que suficiente para el desarrollo de una profunda recensión o un análisis pormenorizado, esto no ocurre porque lo que nace en mi mente en el momento de la acción corporal de ponerme a escribir es otra cosa, por exponerlo con un ejemplo, podría ser la cuestión del número de legañas que acumulan los numerosísimos ojos del gigante Argos Panoptes cuando amanece allá, en el monte Olimpo. Pensamientos sólidos y de sólida importancia suceden muy de tarde en tarde (o nunca) y pensamientos de sólida estupidez nos vienen al magín a cada instante. Estadísticamente, por tanto, este blog desarrolla estupideces en su casi totalidad, y es así que su misma esencia es la que conforma la definición de FUMPAMNUSSES!, palabro que ya de por sí es una estupidez automática, pero de una belleza pétrea y seductora, al menos para la sensibilidad de su autor. 
          Es de conformidad, pues, que este proyecto lo conforma un lienzo en puridad de un solo color interno: el amarillo profundo de la estupidez (la estupidez siempre es amarilla, como verdinosa es la animadversión que sentimos hacia los levantinos, no me pregunten el porqué). Pero en este gran lienzo amarillo pueden permanecer, entre las compactas pinceladas y bruscas empastaciones, delgadísimos resquicios apenas visibles, por los que puede fluir (esto existe sólo como posibilidad) una fuga, una ventana abierta ideal para que una idea feliz escape en el momento óptimo. Sería la conjunción astral que permitiría que Shakespeare y Rümboldt se hermanaran y surgieran en el momento en que tomo la pluma o me dispongo a quebrantar mis falanges sobre el teclado. Desconozco si en alguna de las anteriores 408 entradas de este blog ha ocurrido este hecho en alguna ocasión; lo dudo mucho, pero su simple posibilidad le da carta de naturaleza al improbable suceso. Cosas así ocurren.
          Informo de otra traba, que a veces me lleva a una desesperación pequeña, pero desesperación al fin y al cabo, y es que a veces la idea que surge, y que es la que constituirá la base del posterior escrito, es o puede ser tan rematadamente absurda, tan soez o tan cruel, que sería rechazada de manera taxativa por cualquier persona decente y normal. Pero es otro de los principios el imponerme no rechazar nunca la noción primigenia, por lo que debo responsabilizarme y arrostrar las consecuencias inherentes a mi acto creativo. Así que debo rechazar el rechazo. Imaginen, con otro ejemplo, lo que digo: imaginen que la primera idea que se me pasa por la mente es la palabra o el concepto o la imagen "prepucio". Cualquiera la rechazaría, sería comprensible por el poco juego semántico, semiótico o metafísico de la palabra, pero yo no, yo no puedo, yo lo enfrento como un reto (obligado, pero reto al fin) y marcho animoso en pro de un cuento, una historia, un retruécano o un poema en loor del prepucio y sus vicisitudes y circunstancias vitales.
          Comprendo que este acto de contrición inversa, esta confesión impenitente, este contar las pequeñas voluntades que sustenta mi edificio bloguero llega tarde, debería haber sido expuesto en el primer momento, pero no ha sido así, como sí ha sido así que mi vida se vaya apagando entre sinsabores acumulados, que mis noches se agrieten con los zarpazos metálicos del miedo, que mis ansias de devorarme a dentelladas no culminen su festín, que mi innecesario orgullo entorpezca mi camino uno y otro día, que la inutilidad de mi jornada inerte decore los minutos que van latiendo en el reloj de mi secreto.
         De todas formas, os aclaro, lectores inexistentes, que Teresiña, mi castora de compañía, acude presta cuando la llamo; que el tarro de curry apareció, por fin, bajo el castoreño del padre de Teresiña, y que el inspector Treviño exporta castores, castoreños y tarros de curry desde tiempos anteriores al nacimiento del Apóstata Julián, para ganarse unos eurillos, que incrementen un poquito la mierda de sueldo que le dan en la Comandancia.

6.8.17

408. Obra social


          La vida de Celeste Sukura, mujer con doble nacionalidad, anglo-china, fue corta: murió en 1971 a los diecinueve años. La mató con una biela oxidada una compañera de instituto, de nombre Katiana Trulop, joven germano-soviética de veinte años. El motivo, si es que hay motivo alguno para matar a alguien de semejante manera, fue el siguiente: Katiana poseía un doblón de oro de la época de Carlos V y era fea como un demonio marino; Celeste no tenía doblones y era bella como un nenúfar iluminado por el arco iris de Venus. El joven ingeniero Morton Ben-Ajeb, a la sazón joven otomano de padre irlandés, entablo relaciones con la fea del doblón en primera instancia durante una cacería de renos en Laponia del Norte. Katiana, de por sí mujer fogosa y pronta a liberar su ropa interior de turgencias innecesarias, demostró al joven otomano los manejos de la carne que la carencia de belleza puede incrementar hasta límites extáticos. Habilidades insospechadas en damisela tan niña hicieron al ingeniero dudar de hasta los más básicos conceptos en cuanto a la elasticidad, resistencia, solidez y estructura de materiales. Prácticamente se hacía chicle en la cama de Katiana, y Katiana lo mascaba y hacía globitos con el joven ingeniero hasta la consunción de la noche y hasta la consunción física del mismísimo ingeniero.

Celeste, no obstante,
tocaba la vihuela antigua
y bebía
tisanas de malvasía
todos los días
que podía,
y reía
con su primito Matías
cuando éste
la acompaña
soplando la chirimía,
salmodiosas melodías,
que Celeste recordaba
de cuando era una cría
allá en la hermosa alquería
que pertenecía
a su tía
la Marquesa de Mencía,
aquella dama sin tacha
que cuando a Madrid
acudía,
se montaba en un tranvía
que la dejaba en su casa
muy cerca de la Gran Vía.
Pues bien,
cuando Morton se cansó
de las tantas contorsiones
y tuvo que someterse
a varias dolorosas curas
de bubas y purgaciones,
concedió el hombre en pensar
que tal vez la medio rusa
con sus constantes pasiones
le podría conducir
a un mundo de perdiciones,
de miserias y de ruina,
de infernales abyecciones,
poniendo en peligró en fin
su vida, carrera y
sus merecidos dones.
Y así, Morton
sale huyendo
despavorido
a lomos de su caballo
al que a efectos de la rima
le puso el nombre de "Rayo",
dado su ímpetu y bravura,
y así dio a parar en tierras
cercanas a la llanura
donde Celeste moraba
en torre de piedra dura
del castillo de su papa,
el gran chino Jianzí,
de la familia Sakura.
Cuando llegó el caballero
a tan egregio palacio,
Celeste quedo prendada
y Morton se quedó lacio
al ver la tanta belleza
que adornaba el cenotafio
desde el que Celeste posa
sus hermosos pies "descalcios".
Bueno, para ir abreviando:
Morton hace que Celeste
vaya a la vihuela dando
y hacia el carajo mandando,
que es instrumento aburrido,
y mejor cante fandangos,
que es un cante de la tierra
en la que el joven
quiere fundar
una dinastía nueva,
si Señor, sí, Señoría,
en tierras de Andalucía,
lejos de la medio rusa
que tanta penuria negra
a su recuerdo traía.
Pero la joven Celeste
terminar bachillerato
tenía como objetivo
y entregar su celibato
después
al ingeniero irlandés,
y no una, dos ni tres,
las veces que necesario fuese,
las que hubiere menester,
si hubieran de ser cien,
pues cien.
Así que se despidió del chino
y de Morton Ben-Ajeb
y marchó pal instituto
donde la espera Katiana
con la biela camuflada
en el centro de su busto,
y nada más vislumbrarla,
desembusta la herramienta,
y de bielazo certero
da con Celeste en el suelo
y la deja ensangrentada,
lista, muerta,
pero bien enamorada.
No le sentó nada bien
a la hija de la estepa
que Morton se le escapara,
que con Celeste se fuera,
que a Celeste enamorara,
que la dejara en su casa
y con las bragas tiradas
en el hogar chimenero.
De venganza se llenó
la del doblón, y mató
a la docta en la vihuela.
El padre chino lloró,
el ingeniero sucumbe
y hasta la biela oxidada
de sangre mancha su herrumbre.