Nueva York es, como decía Duchamp, una obra maestra, quizás la obra artística más grande del hombre junto a Venecia. Opino lo mismo que el maestro francés, Nueva York es la ciudad de las ciudades, la capital del mundo, porque la ciudad en sí misma, como concepto, es el elemento definidor de la esencia humana, el límite del seminal y atávico gregarismo que en el hombre germinó hace millones de años. El afán de agruparnos generó un hecho creativo sin parangón, no sólo nos movió el deseo de protección colaborativa, una vez conseguida ésta, el hombre determinó en su conciencia colectiva dar sentido cualitativo a la larga noche de los tiempos con una voluntad creativa sin fin, no siempre encaminada a la caza, no siempre encaminada a la agricultura y a la domesticación de animales, no siempre encaminada a la guerra. La voluntad demiúrgica del ser humano siguió caminos abiertos e infinitos, que le condujo a todo aquello que lo diferenció, ya casi de manera ontológica, de los demás miembros de la Naturaleza. El lenguaje, la escritura, el comercio, el arte, la cultura en su máxima expresión. Y en la cima de la topografía conceptual de lo humano, se encuentra la Ciudad como expresión última del ecumenismo entre todas las excelencias que determinan lo mejor del espíritu humano. Todo lo expresado de manera tan farragosa en este segundo párrafo de mi escrito se resume en una frase magistral de mi amigo Joaquín Machuca, sabio oscuro, ya anciano y casi inservible, pero que aún genera algún atisbo de brillantez en sus cada vez más esporádicos aforismos: "Nueva York no es más que un recinto amurallado para que no entren las vacas".
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
25.2.17
397. Símbolos escatológicos (?)
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