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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



5.2.20

456. Enigmas de la heráldica


          Tengo el presentimiento de que el día final (el "Día Final") caerá en sábado, es algo que llevo pensando desde el último día de mi pubertad, que casualmente llegó a su fin un sábado. Los sábados en mi vida constituyen hitos que han delimitado épocas, geografías, fronteras emocionales y radicales cambios en mi dinámica vital. Fue un sábado septembrino cuando conocí a Sagrarito en la fábrica de mazapanes; un sábado lluvioso cuando me enamoré de la mujer del coronel del CIR nº 3 en Cáceres; un sábado de un luminoso agosto cuando me astillé el radio derecho en la playa de Gandía; un sábado de Pascua Florida cuando cometí mi primer asesinato en las cercanías de Alcalá la Real; un sábado caluroso cuando en el barrio de Triana de una primavera demasiado cálida probé los caracoles por primera vez en Casa Rufino; un sábado navideño friolento y gris cuando tuve mi primera experiencia sexual con animales, con una mantarraya (Manta birostris) exactamente; un sábado de junio cuando hice mis primeros pinitos con el baile flamenco en el Sacromonte; y un sábado me casé, pero ni recuerdo el mes, ni el año ni con quién, creo que bebí demasiado y una como gorda nebulosa envuelve aquel día y el recuerdo de la que supongo feliz y emocionante ceremonia. Qué desastre; desde entonces busco por casa a mi mujer y no la encuentro, sé que no tengo descendencia porque no hay olor a hijo por ningún lado. Mi familia me dice que mi mujer era bajita y de pueblo, pero no recuerdan el pueblo. Busco papeles, algún certificado de mi estado. Nada aparece (misteriosamente). El próximo sábado, si no acontece el Fin del Mundo, voy a recorrer los pueblos limítrofes a ver si la encuentro, aunque lo dudo. En el fondo me la suda, pero un prurito de honestidad me hace que la busque y además, la labor de investigación me entretiene y me hace sentirme útil. Pero si por casualidad el próximo sábado es el día del Juicio Final, entonces va a ser muy difícil que la encuentre. Ese Día habrá colas, muchas colas y yo detesto hacer cola. Será un sábado estruendoso, un sábado sin fin, billones y billones de seres humanos, desde los primeros homínidos hasta los actuales profesores de ética de Princeton, todos haciendo cola para ser juzgados; todo ello, entonces, puede durar una eternidad; igual a lo que llamamos eternidad es tan solo la espera al veredicto del sábado, no sé, me estoy deprimiendo por momentos y ya estamos a martes. Allí sabrán dónde estará mi esposa, supongo. Claro, dónde va a estar si no, en alguna de las colas, esperando su turno. Hoy es martes y las noches de los martes nunca pasa, ni ha pasado, ni pasará nunca nada. Así que me voy a meter en la cama con la Birostris, que, aunque no me ama ni yo la amo, nos entendemos de maravilla en asuntos de consunción aberrante entre la carne y el pescado.