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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



21.1.18

418. El exceso de pelusas


         Me tienta el día con su luz primitiva y primaveral, aunque es una tentación orientada al fracaso. Quizás, lo que de verdad me tienta es el fracaso de este día extraño y luminoso y el fracaso ostentoso, pulcro y tibio de esta primavera desmedida, inesperada. Los tiempos que llegan, las sucedidas estaciones, el crisol de climas itinerantes. Prevemos el sudor de nuestra frente y, al punto, la punta de los dedos lividece en el frío que ha surgido de la nada. Somos seres pendientes no tanto del reloj que nos somete como del ídolo térmico que nos apresa en su red de ambientes y temperaturas cambiantes. Pues en este día que describo, la dicha de los días templados se ha mezclado con el rubor del trópico y con la azulina vesania de la helada boreal. Los objetos medidores han anclado agujas y mecanismos, han exorbitado flejes y sojuzgado termostatos en un revuelo de meteoros desprendidos y juguetones, dejando a las praderas y a los desiertos absortos en milagros atmosféricos. Mi momento demudado en la aurora de este día que imaginaba de mayo ha sucumbido pronto a un fracaso septembrino con un aroma radical a crisantemo. Las flores enloquecen desde mi ventana, el jardín sonoriza de pólenes confundidos el aura de esta mañana inconexa de colores nuevos y tristes. El púrpura solar enmudece y tornasola oscuridades de otoño, y el frío enhebra, aparece y desaparece, en un mimbral de calores huidos, de siesta nocturna y clamores matutinos. Insectos, mil, zumban sus diatribas y entrechocan sus esqueletos en una danza aérea y delirante. Ya no saben dónde van y los pétalos ansiados se irisan en un denuedo de soledad polinizada. Dejo el alféizar de la ventana con la ventura de haber sido testigo de un día propicio para ser el primer día del fin del mundo. El clima del mundo, las borrascas que presagian el fracaso de la eternidad, el anticiclón de todos los dioses que drenan y barrenan las terminales del tiempo. La mariposa que no debe estar aquí se posa en la flor que no debe estar allí, porque el granizo que abolió el parterre inexistente dejó la comarca anegada de augurios de oriente, malos augurios, y de profecías insensatas de occidente, divinas profecías, y todo ello conducente al fracaso pleno de la ley del tiempo, de la ley del clima, de las leyes de las cosas.

          ¿Y el hombre que mira por la ventana?
          El hombre dejó el alféizar y abandonó al gato que siempre lo acompañaba.
          El hombre se fue a ser juzgado.
          Porque no hay Fin del Mundo sin Juicio Final.