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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



11.12.16

394. Me hago pis


          ¿Es necesaria la renovación de toda la cabaña ganadera? Cuando tus ojos pestañean pienso que sí y cuando tu voz dispersa los vencejos de la torre, pienso que no. Tu padre, desde su atalaya de legajos me mira a través de sus lentes asesinas; tu madre desde la cocina me frunce todo lo que su cara puede fruncir, que ya no es mucho; tu hermana Paulita desde la ventana de su cuarto me saca sus quince centímetros de lengua azul; y tu hermano Roque, en cualquier estancia de la casa, me enseña el culo en cuanto puede. Me muevo por tu casa como lo haría un turco desollado por yacer con la sultana. Compongo versos harinosos, llenos de fanguito erótico, y los transcribo en hojas tiernas de tilo duro, y te los envío a través de las canalizaciones tubulares del sistema de comunicación neumática de la que dispone esta casa tan extraña en la que vives, y espero anhelante, lleno de picores, a recibir tu recibí, aunque sea en forma de vapor escatológico o en forma de disparo fugaz ejecutado por cualquiera de los componentes del sicariato de tu padre. Yo no disparo porque no tengo pistolas, y porque la artrosis nudosa de mis manos me impediría, si las tuviera, introducir el dedo ejecutor en el espacio diseñado y dedicado a la implementación del disparo en sí mismo, con lo que sería un acto fallido per se. En esta casa, debes saberlo, la muerte tiene significados distintos según qué habitación, qué hora del día y qué aroma se difunda proveniente de los comistrajos que pergeña o perpetra en las cocinas la que dice ser tu madre. En los pasillos que conducen a las estancias del inexistente servicio doméstico, la muerte se coloca, sólo sospechada, alrededor de los espantosos grabados de Miniers que decoran las paredes. En los baños de la primera planta la muerte abraza la loza de los retretes, de los lavabos y los bidés, y es una muerte que se siente cercana y hemorrágica. En el recibidor la muerte es abrupta, cardíaca, sobre todo si la madre tuya hace ejercicios culinarios con verduras centro-europeas. Cerca del cuarto del culiexpuesto de tu hermanito Roque, la muerte es ciertamente heladora, es una grima enorme la que da pasar por allí, porque, aunque se sienta una muerte aventurera y hasta heroica, ha de ser por fuerza muerte norteña y atroz. Sin embargo la muerte que se respira y hasta se mastica en el pasillo de acceso al dormitorio de la Paulita, es un encontronazo visceral y húmedo, como ocurre en los accidente de carretera cuando se sale del barrio del Cumichal, al norte de Quito, donde se agrupan los vertederos de la capital ecuatoriana. Tu madre tuvo cinco abortos antes de que tú nacieras y tres más una vez nacida tú. Las medio ánimas de los ocho fetitos no tienen ánimo para nada, son ánimas pequeñas, demediadas y desanimadas, y ejercen como los llamadores de ángeles, pero en función de llamadores de demonios. Nacieron/murieron en tu casa todos y cuando los demonios que llaman vienen, resulta que son demonios/niño o pequeños demonios/feto, son feos como demonios, pero entre todos, fetos y demonios, organizan fiestas infantiles, que no sé por qué parecen celebraciones rurales alemanas. Todo esto que te cuento lo he aprendido paseando como alma en pena por todos los recovecos de tu casa, porque algo tengo que hacer mientras se desploma sobre mi cabeza tu indolencia sin fin y tu asquerosa indiferencia. Tu familia no me quiere, tampoco yo a ella. La señora de la cocina siniestra, tu madre, el amanuense de los legajos informes, tu padre, la de la lengüita azul, tu hermana y el del pompis expedito, tu hermano, comienzan a darme miedo. También me inquietan los fantasmitas nonatos y el séquito de súcubos infantes con sus tudescos aquelarres de kindergarten. Todo ello, unido a la carencia innegable de tu amor por mí, hace que parta de esta extraña casona en busca de remedo y componenda para este corazón mío, semejante en la actualidad a una boñiga caballar de unos 390 gramos, aproximadamente, de peso. Espero que San Eliano, patrón de los intolerantes a la lactosa, os alumbre en vuestra necesaria caída.