Simpatizo con las cotorras de Manila. No simpatizo con Morgan Freeman padre. A veces simpatizo con Ferdinand Musátegui, esclarecedor de nenúfares en la margen izquierda del Dniéper. Sin embargo, cuando llego a Hipona y me entero de que en esa ciudad ejerció San Agustín su pastorado, me entra un ligero cosquilleo entre las vértebras 3ª y 4ª lumbares, las denominadas vértebras sarracenas (conocidas así por su exquisito gusto para decorar los lupanares de Coímbra). Del cosquilleo paso a la más aguda de las tristezas, sólo comparable a la que me producen los mendigos de la Avenida Michigan de Chicago, ciudad que no he visitado nunca pero a la que, no obstante, sí he recibido varias veces en mi residencia de verano, cerca de Troya. Las medias de seda las dejo para ciertos eventos más proclives a la salacidad de los catetos del Pirineo. A ellos, que manejan dinero a espuertas, se las pongo a 11 euros la docena y las pagan sin rechistar. Luego se las regalan a las brujas cuévanas del Paralelo y con ello se creen que ganan las bulas papales prometidas a sus ancestros. ¡Inocentes! No saben que los papas antiguos eran mendaces como los colibrís escarnecidos por la molicie del Loro Juan.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
28.3.09
2. Estudios aeronáuticos
Simpatizo con las cotorras de Manila. No simpatizo con Morgan Freeman padre. A veces simpatizo con Ferdinand Musátegui, esclarecedor de nenúfares en la margen izquierda del Dniéper. Sin embargo, cuando llego a Hipona y me entero de que en esa ciudad ejerció San Agustín su pastorado, me entra un ligero cosquilleo entre las vértebras 3ª y 4ª lumbares, las denominadas vértebras sarracenas (conocidas así por su exquisito gusto para decorar los lupanares de Coímbra). Del cosquilleo paso a la más aguda de las tristezas, sólo comparable a la que me producen los mendigos de la Avenida Michigan de Chicago, ciudad que no he visitado nunca pero a la que, no obstante, sí he recibido varias veces en mi residencia de verano, cerca de Troya. Las medias de seda las dejo para ciertos eventos más proclives a la salacidad de los catetos del Pirineo. A ellos, que manejan dinero a espuertas, se las pongo a 11 euros la docena y las pagan sin rechistar. Luego se las regalan a las brujas cuévanas del Paralelo y con ello se creen que ganan las bulas papales prometidas a sus ancestros. ¡Inocentes! No saben que los papas antiguos eran mendaces como los colibrís escarnecidos por la molicie del Loro Juan.
1. ¿Qué es Fumpamnusses!?
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
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